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La madre teme que su hijo muera si las autoridades no le devuelven su medicina cannábica para tratar sus graves crisis epilépticas.

Cuanto más nos adentramos en el siglo XXI, más absurdas resultan situaciones como la que os contamos hoy. Billy Caldwell, un niño británico de 12 años que padece crisis epilépticas graves, es uno de los tantísimos “refugiados cannábicos” que se ven obligados a buscar su medicación en otros países, por culpa de la falta de revisión de la legislación de sus propios países. Y no estamos hablando de remotos países subdesarrollados, sino de Inglaterra, una potencia del primer mundo que, como ocurre en España, es incapaz de ponerse a la altura de su nivel de desarrollo en el resto de ámbitos, y actualizar de una vez  la retrógrada y anacrónica política sobre el Cannabis, resultado de intereses prohibicionistas que nada tienen que ver con proteger a la sociedad de los supuestos males de una sustancia muchísimo menos peligrosa que el alcohol.

Billy regresaba de Canadá con su madre, donde habían acudido a recoger un suministro de 6 meses del único tratamiento que ha resultado efectivo para las crisis de su hijo. Se trata de un aceite de cannabis que contiene CBD, el cannabinoide no psicoactivo responsable del alivio de las crisis epilépticas, hecho científicamente comprobado e incluso respaldado por la American Epilepsay Society. Cuando declaraba el suministro en la aduana del aeropuerto de Heathrow, se lo confiscaron. Los mismos funcionarios de aduanas sentían la injusticia que estaban cometiendo por ajustarse a una ley que obviamente debe, con la urgencia que requiere una situación literalmente de vida o muerte, ser revisada. Según cuenta Charlotte Caldwell, la madre de Billy, uno de los funcionarios “tenía lágrimas en los ojos, no quería tener que hacerlo”.

Un portavoz del Ministerio del Interior decía al respecto el día de los hechos que “El Ministerio del Interior simpatiza con la difícil y poco común situación a la que se enfrentan Billy y su familia. Aunque reconocemos que las personas con enfermedades debilitantes buscan aliviar sus síntomas, la Fuerza Fronteriza tiene el deber de impedir la entrada al Reino Unido de sustancias prohibidas. Por lo tanto, a la Sra. Caldwell le han incautado aceite de cannabis esta mañana en el aeropuerto de Heathrow al regresar de Canadá”.

Como vemos, incluso una de las más altas instancias del Estado es incapaz de arreglar un permiso para garantizar la seguridad de uno de sus súbditos, mientras lleva a cabo los trámites que sean necesarios para modificar una ley que hoy está siendo responsable del inútil sufrimiento de miles de familias. Y es que en el caso de Billy no hay duda: de los cientos de crisis epilépticas potencialmente mortales que tenía antes de comenzar su tratamiento con cannabis, pasó a no tener ni un ataque en 300 días, después de iniciar su tratamiento.

Según el ex ministro de drogas Norman Baker, la incautación de la medicina de Billy por parte de las autoridades es “cruel e inhumana. En mi época como ministro de drogas me quedó muy claro que el cannabis tiene propiedades médicas útiles y, de hecho, que es la única sustancia que funciona para algunas personas, una situación ampliamente reconocida en otros países”. Entre ellos están Alemania, Italia, Portugal u Holanda.

Billy había sido la primera persona en el Reino Unido en recibir una receta de cannabis a través del NHS (sistema nacional de salud), con el apoyo de su médico de cabecera del condado de Tyrone, Irlanda del Norte, pero el mes pasado, el Ministerio del Interior, el mismo que “simpatiza con la difícil y poco común situación a la que se enfrentan Billy”, ordenó al médico de cabecera suspender la receta si no quería perder su licencia médica. De esta forma Billy se convirtió en un “refugiado cannábico” que tuvo que marchar a Canadá a buscar su medicina, pero la alegría de poder respirar tranquilos durante 6 meses se esfumó en el aeropuerto de Heathrow.

Charlotte expresa su indignación: “Una cosa es no darle a un niño medicamento cuando lo necesita, pero otra cosa es quitárselo cuando ya lo tiene. Es verdaderamente un crimen”.

En el Reino Unido, al igual que en EE.UU., el cannabis sigue clasificado como sustancia de tipo 1, lo cual implica la falacia de que no tiene propiedades médicas reconocidas. Esta vergonzosa mentira, institucionalizada en la legislación del Reino Unido, puede ser responsable de muertes, una vez que sabemos a ciencia cierta que el tratamiento más efectivo para ciertas condiciones, como algunas formas graves de epilepsia, incluye medicamentos basados en el cannabis.

Charlotte asegura que “sin su medicina, las crisis de Billy volverán y seguramente morirá”. ¿De verdad a estas alturas las autoridades están esperando a que se concreten los temores de una madre angustiada para hacer algo?

Fuente: The GuardianIndependent

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